31 dic 2011

Entrega de testigo (de 2011 a 2012)


Y por qué no pensar en los años como pájaros, como alas, bichos fugaces que nos chupan el néctar de los sueños, picos de escalador que se clavan en el vidrio de nuestra buenaventura. Pensar en los años como pájaros, en los pájaros como números, parecidos sí pero nunca iguales, solo ellos saben el nombre que llevan, que traen, solo ellos saben el por qué de ese aire de familia, a cuántos pies se puede vivir del suelo, a cuántos pies empieza a hacerse la casa un poeta, incluso de esos poetas a los que les vale madre la métrica, incluso de esos a los que les vale madre la poesía, pero solo les vale por encima de las plumas, porque la sangre, el corazón, el canto, ah, pregúntele al ruiseñor de Wilde.

24 dic 2011

Fábula de la forma


Apuesto que en muchas casas hay una así. Me refiero a uno de esos accesorios navideños infaltables de los setentas. Una cosa súper kitsch. De esas que, entre más cariño siente uno al recordarlas, más kitsch resultan. Y a las que, precisamente, por cariño, no reconocemos públicamente como kitsch, sino que las llamamos "vintage", para dar cierta dignidad retrospectiva a su desatinado estilo.

De pequeña, muy pequeña, me fascinaban los trinos que salían del árbol de Navidad. Cualquier adulto diría que era "una horrorosa repetición mecánica de algo como unos trinos", pero yo no. Para mí eran unos trinos en plena forma. Y donde había trinos, había vida.

Yo estaba convencida de que, en alguna parte de aquel embrollo que era nuestro pino navideño (canadiense un cuerno: made in China), habitaba un pájaro. Un pájaro que no se dejaba ver. Un ave tímida, o quizás fantasma. Le preguntaba a mi mamá dónde estaba el pajarito. Divertida con mi curiosidad, ella me decía: "No sé, búscalo".

Ja, ya iba a encontrarlo.

Cada año (es un decir, claro; a fin de cuentas, ¿qué sabe uno del paso del tiempo cuando es tan niño?) esperaba con ansia que se abrieran las cajas que guardaban la decoración navideña de la casa. En especial, me alborotaba ante una maleta de mimbre, donde tenía la intuición de que anidaba mi jilguero invisible cuando no eran pascuas. En esa maleta a la que no me dejaban ponerle un dedo, mis padres guardaban aquellas bolas de vidrio (ahora son de plástico, por suerte) con que se adornaba el árbol, tan delicadas que cada año eran menos. A veces, sin que viniera a cuento, se suicidaban como frutas maduras, cayendo de repente del árbol. No les importaba si había visitantes en la sala de la casa, si la familia estaba reunida en el comedor, cenando en santa paz. Impertinentes ellas.

Al crecer, tuve permiso de abrir la maleta. Y descubrí que mi feliz pájaro invisible no era más que otra de esas bolas decorativas, pero diferente: plateada, hueca, de su interior salía un cable de color verde. Al enchufarla, emitía aquellos misteriosos trinos, camuflada en el árbol como un adorno más.

Cuando lo averigué, ya no estaba en edad de decepcionarme por eso. Mi capacidad de asombro se había dilatado un poco. Igual sonreí recordando mi reciente ingenuidad. Lo que me movía era mi ansia por conocer el artificio, la apariencia, la forma concreta de aquel dulce engaño que me había hecho soñar.

15 dic 2011

Consentidor


Fui enviado a la ciudad
porque en ella no existen rebaños
de ganado (solo de gente).

Para que fuese sabio o doctor
o no vistiera más de dril
o no calzara sino zapatos.

Para que cambiara tristeza en riqueza.

Pero recuerdo un muchacho loco
un hombre tan loco
que solo es posible llamarlo muchacho.

Hombre pensando en frutas
consintiendo pájaros.

Un loco.

Silbaba solo en los caminos
y hacía clarinetes de carrizos.
A veces se perdía con el alba
mientras los hombres labraban la tierra
y aparecía al anochecer con huevos de perdices.

Un loco.

Y no he querido sino ser como él.

"Un loco", en: Soles (1964), recogido en: Flor diversa, de Ángel Eduardo Acevedo (Monte Ávila, 2005)

11 dic 2011

Almanaque


Tengo una tía "regalona". De esas que quizás no te regalan nada en tu cumpleaños, en Navidad o en Día de Reyes, pero cada vez que te ven te endosan alguna cosa como muestra de cariño. Es algo muy propio de nuestra familia, que se hace carne con especial magnanimidad en ella. Tan linda la tía. Uno de sus obsequios sencillos pero simbólicos, que nunca falla, es un calendario chino desplegable de pared, de esos que imitan a las esterillas pintadas. El calendario de su abasto de confianza. Me encanta porque es un objeto decorativo (y funcional, claro está) supervintage. Suelo colgarlos en mi cuarto cerca de la puerta.

Ignoro si este año la tía continuará con esa tradición; en cualquier caso, ya yo conseguí mi calendario chino del 2012. La cosa fue así: sábado soleado; parada estratégica en unos chinos de El Bosque, a fin de comprar comida para una reunión sobre un proyecto paralelo a mis ocupaciones actuales; nos entregan una caja alargada mientras esperamos que nos despachen las viandas; tataaán, un hermosísimo almanaque de pájaros... uno solo; empieza la discusión amistosa, la lluvia de argumentos por la que he de adjudicármelo; el esencial, que tengo un blog sobre pájaros, que soy una "frita" de los pájaros, y qué sé yo. Hay consenso al respecto, me alzo con el almanaque y soy feliz. El colorido me embriaga de alegría kitsch. El augurio de una tarde que, al final, resulta sumamente productiva.

8 dic 2011

En clave irónica



hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que está ahí dentro.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
hacerme un lío?
¿es que quieres joder
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?

hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, solo lo dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.

luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?

"Pájaro azul", de Charles Bukowski


4 dic 2011

Sones puros


No, por supuesto, pájaros novicios
de canto incierto, desigual o falso.
─Otros sonidos y otras alas.
Hablo de todo Schubert entre vuelos errantes,
del rapto oído en un gorjeo
que suba a más
octava por octava.
Hablo de pájaros sin yo, sin ningún pico,
celestes y sin patas,
pájaros que sean tan sólo música
en el ascenso más alto de los aires.
No, por supuesto, pájaros tenores,
gordos, falsarios, de pesadas plumas,
sino flechas que se desprendan de alguna partitura
y al cielo suban, o más allá, sin pausa,
arrebatando el corazón de quien escuche
y agradecido calle…
─Deben creerme. Hablo de sones puros,
de pájaros sin pájaros.

“Pájaros sin pájaros”, en Fábula del escriba, de Eugenio Montejo (Pre-Textos, 2007)