24 jun 2010

Las palomas mensajeras tienen cobertura en Andalucía

“Es una paloma mensajera que un cliente romántico me regaló hace unos años. Es un pájaro muy bien entrenado. Puedes escribir cartas y ponernos al corriente de tu vida. Enrolla las cartas alrededor de su pata izquierda, y ella nos hará llegar el mensaje. Nos podremos comunicar, te encontrará estés donde estés, incluso en Andalucía, ¡el país en el que las mujeres te miran directamente a los ojos! Buena suerte, pequeñito”.

La mecánica del corazón, de Mathias Malzieu (2009)

19 jun 2010

I saw her "standing" there



























Tras un aterrizaje perfecto (como los del Concorde) en el azul de mi reja, esta "aeromoza" dio un vistazo a su alrededor en una pose que sólo atino a denominar "de ballet". Satisfecha de lo que vio (que no sé que habrá sido), despegó sin demora y, como por reflejo, casi al unísono, mis labios se entreabrieron, con la suavidad de un sello retirado por dedos invisibles. Más tarde supe a qué venía el toque técnico. Buen viaje, señorita (y gracias por venir).

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18 jun 2010

Una columna de gaviotas



















A Carlos Paredes,
fraternalmente

Como un gran pájaro para iniciar el canto
el viento deja hilvanar sobre los días
pequeños trozos de carbón encendido.
Como anunciando desde lejos
el retorno anhelado
las lluvias se columpian
y siete lámparas ilustres
se abren en semicírculo
sobre los cielos
indicando hacia el Este
una columna de gaviotas
que hacia el crepúsculo
se acercan al caminante
que aguarda sobre los muelles,
que visita las agencias de viaje
los prostíbulos y los parques
como buscando algo perdido.
Y algo le dice que no hay tristeza todavía
que sobre el vino danzan ángeles
más afables que el amanecer
y más eternos que su rostro.
Cavo lentas señales,
recojo estas monedas.
Ruedan crueles los días.
Toco y nadie responde.
No hubo el grito que siempre acompaña
la tristeza de las bestias errantes.

París, 1959


“Testimonio del viento”, en: Vino para el festín, de Atilio Storey Richardson (1988)

13 jun 2010

No me dejó terminar la frase

Sucedió apenas hace unos instantes. Estaba oyendo ese lloroso disco de Monte Negro (tan furiosamente adolescente, un gusto culposo). Intentaba escribir, aclararme escribiendo, en medio del silencio de esta tarde empañada. Mi cabeza era una olla de preguntas (mientras las respuestas sean contradictorias o meras suposiciones descolgadas del éter, no contarán como respuestas). Mi mano y mi intención eran trémulas.

Y entonces, un pichón de paloma se posó en mi ventana, interrumpiéndome en una frase crucial. Se quedó sólo el tiempo justo para una foto a través de las celdillas de hilo. Una foto en la que no parece un pájaro, sino un embrión del viento.

¿Acaso necesito que vengan a picotearme la cabeza cuando estoy nublada? Como si no me bastara yo misma para picotearme el alma.

Me gustaría pensar que esta visita intempestiva vino a puntuar (o a enfatizar) la frase que escribía en ese momento. Me gustaría, aunque no sea demasiado alentador. Porque lo que escribía era una mera suposición.

En tardes empañadas y silenciosas como ésta echo de menos la claridad de los viejos mensajeros, la desnudez de los hechos. Y también, los días luminosos en que los dioses no me daban tregua y me hacían bailar y recitar sus parlamentos a empellones.

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12 jun 2010

Lo que una bandada puede probar

“Cierro los ojos y veo una bandada de pájaros. La visión dura un segundo o acaso menos; no sé cuántos pájaros vi. ¿Era definido o indefinido su número? El problema involucra el de la existencia de Dios. Si Dios existe, el número es definido, porque Dios sabe cuántos pájaros vi.

Si Dios no existe, el número es indefinido, porque nadie pudo llevar la cuenta. En tal caso, vi menos de diez pájaros (digamos) y más de uno, pero no vi nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres o dos pájaros. Vi un número entre diez y uno que no es nueve, ocho, siete, seis, cinco, etcétera. Ese número entero es inconcebible; ergo, Dios existe”.

“Argumentum ornithologicum”, en: El hacedor, de Jorge Luis Borges (1960)

9 jun 2010

La añoranza adulta del nido: una huida netamente humana























En la puerta me despido del silencio
para proponer algún nuevo ruido
En las oscuras cavernas del olvido
siento el deseo de volver al nido

Al nido
Al nido
Al nido
Al nido

Se devuelve un jadeo con olor a intriga
que rebota en las paredes de la ansiedad
Cuando un camino tiene su secuencia
con poca referencia en la intimidad

Al nido
Al nido
Al nido
Al nido


“Al nido”, en: Infecto de afecto de Sentimiento Muerto (1991)


4 jun 2010

El último “gorjeo” de la moda callejera

“¿Qué llevas puesto justo ahora?”. Suena como la pregunta de un amante telefónico. Pero no es el caso aquí.




Ella, británica, es una versión "dark" de La chica del arete de perla... O quizás la viuda de uno de esos piratas pata de palo que llevaban siempre un loro sobre el hombro. La viuda negra, sí: lo emborrachó, lo empujó por la borda y se hizo con el control del barco.

Él, danés, es una radiografía ambulante de sí mismo. De su vida interior. De lo que come (¿tal vez engulle perdices cuando nadie lo mira?). O de lo que no come (harto del gravlax, anhela una buena codorniz en salsa de arándanos). La verdad, está algo famélico el muchacho.

En Londres y en Copenhague, los pájaros son los que mandan. Si no los tienes en tu closet (o si los tienes y no los sacas para lucirlos), no estás en nada… Ya lo sabes.

Este par de estampas fueron tomadas de Streetpeeper, que se me antoja una versión de esos relojes con los husos horarios que vemos en aeropuertos, estaciones de trenes y hoteles… Sólo que en vez de dar la hora, esta página “te da la moda” en las ciudades más importantes del mundo.

1 jun 2010

Aves y arquitectura urbana: matrimonio disfuncional

Hace poco me preguntaba cómo era posible que, al despuntar el día, entre los ruidos del tráfico y de la cotidianidad que se despereza pronto para seguir su lucha de siglos, se escucharan cantos de aves con insólita nitidez.

La plaza más cercana (su refugio más lógico) está a dos cuadras de mi edificio. La avenida donde vivo linda con una zona semi-industrial, acusa un considerable paso diario de vehículos desde las 6:30 am y no abunda en árboles, así que, ¿de dónde podría provenir ese dulce jolgorio? ¿Dónde arman sus nidos los pájaros en rincones como este, avasallados por el concreto, el pavimento, el metal de las rejas y los postes, así como otros materiales menos nobles que, lejos de ofrecer hospitalidad, ahuyentan cualquier vestigio de vida natural?

Aparentemente aprovechan cualquier recodo tibio y disimulado, que no luzca amenazador, para hacer su morada temporal. También les gustan los toldos y los salientes de los balcones, las azoteas de las torres de apartamentos, las platabandas y los tejados de las casas... Bueno, no es que les gusten: se han resignado a ellos, con tal de no abandonarnos.

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