23 dic 2009

Cómo espantar un visitante alado



“Un pájaro con aires de príncipe se paró en la cabeza del Sr. Scott. El Sr. Scott en esos momentos estaba parado delante de un espejo y, ante la increíble belleza del pájaro, quedó inmóvil.

El pájaro no reflejaba (en el espejo) intenciones de irse, así que él no quiso romper con el encanto.

Mientras más se observaba en el espejo, al Sr. Scott le fueron subiendo al corazón unas intensas ganas de amar. «El pájaro (pensó él) siente en estos momentos la fuerza de mi amor. Voy a hablarle».

Cuando el Sr. Scott abrió la boca, el pájaro dio dos hermosos aletazos y levantó el pico, como buscando cantar. Scott no se creyó capaz de soportar tal emoción.

Pero el pájaro no cantó. Entonces el Sr. Scott tuvo la idea más inteligente de todas: atraparlo. Estar con él significaba darle validez a la vida. Levantó el brazo derecho cuidadosamente, pero en el sitio del pájaro sólo había un interminable, un desconcertante vacío.

Ahora el espejo no reflejaba la imagen del pájaro, y el Sr. Scott prefirió pensar que todo aquello era el producto de su imaginación.

Al pensarlo se dio vuelta, y sintió que las alas de un pájaro levantaban el vuelo para siempre”.


“El Sr. Scott mira un pájaro en el espejo”, en: Los dientes de Raquel y otros textos breves, de Gabriel Jiménez Emán (1993)


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